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Jaime Sabines
 

La publicación en la Argentina de la antología Tarumba y otros poemas, del mexicano Jaime Sabines, pone a la mano de los lectores del país sureño no sólo a uno de los grandes poetas de la lengua española, sino a un poeta que a fuerza de repujar una sencillez profunda se convirtió en un autor buscado, reeditado, leído y escuchado por multitudes, lo que pone en entredicho el lugar de lateralidad asignado al género y al poeta. La antología es el primer libro de Sabines publicado en Argentina e incluye completos sus libros fundamentales.
Jaime Sabines (1926-1999) nació en el estado de Chiapas, que ha dado a la literatura azteca nombres importantes desde el siglo XIX como Rodulfo Figueroa, y voces insoslayables y contemporáneas a Sabines —Juan Bañuelos, Rosario Castellanos, Oscar Oliva— más autores posteriores como Raúl Garduño, Efraín Bartolomé y Rodrigo Balam. La flamante compilación, editada por Patria Grande, evidencia los rasgos predominantes de la obra de Sabines: el hablante cercano, un tono confidencial que hace eco en los demás, una voz afable no exenta de asperezas y un anclaje en lo cotidiano para, desde el diario trajín, exponer al ser despellejado a la vez por la vida y la muerte.
Tarumba y otros poemas viene prologada por el poeta mexicano Eduardo Langagne, quien señala que las obsesiones de Sabines son las mismas que enumeraba el poeta español Miguel Hernández en su texto “Llego con tres heridas”: “el amor, la muerte y la vida”. Langagne, Premio Nacional de Poesía de su país y Premio Casa de las Américas de Cuba, aclara que la antología es el primer libro de Sabines publicado en la Argentina y que incluye completos sus libros fundamentales: Tarumba y Algo sobre la muerte del Mayor Sabines; además de poemas de los libros Horal, La señal, Adán y Eva, Diario semanario y poemas en prosa, Maltiempo y otros recogidos como Poemas sueltos. La antología de Jaime Sabines Tarumba y otros poemas viene prologada por el poeta mexicano Eduardo Langagne.
El antólogo señala como hito la aparición de Horal, primer libro de Sabines, en 1950: “Encontró desde su primer libro una voz contundente que vivificó el ambiente literario de su tiempo; tenía cosas por decir y lo hizo de modo novedoso. Sabines consuma una renovación íntima de la poesía de México; con él se conquistaron nuevas regiones de lo indecible”, sostiene. Ese título instaló al poeta en la primera línea de la poesía de México, merced a la hondura de muchos de sus versos en los que dialoga con su sombra —ese “amargo animal”— y con la soledad: “Desamparada sangre, noche blanda / tabaco del insomnio… Es áspera la noche”. No faltan en Horal sus descarnados textos de amor; precisamente aquel que convertido en clásico se repite en las antologías del género a nivel latinoamericano, “Los amorosos”, en el que escribe: “Los amorosos callan./ El amor es el silencio más fino… los amorosos salen de sus cuevas / temblorosos, hambrientos”.
Parado en la cornisa de la angustia existencial, indagando el espesor de lo efímero, su monólogo serpentea entre la percepción sutil y la imagen cruda: “Con todo —dice Langagne—, no es un poeta tan sencillo como suele creerse, sus lecturas están inmersas en un proceso personal de síntesis, aunque la voz poética atiende a un público masivo. Recoge un lenguaje cotidiano ya procesado por el habla popular y condensado por la emoción estética”. Las vecindades e influencias de Sabines están en Whitman, Bécquer, Vallejo, García Lorca, Garfias y Tagore: “Escribe en Diario semanario: ‘Hay que llegar a esa ternura de Tagore’. Y Neruda, desde luego, aunque como todo joven decide denostar al maestro. En Tarumba dice: ‘Le curo las almorranas a Neruda’. Sé que leyó mucha poesía mozárabe”, acota Langagne.
En el lenguaje con aire callejero, locuciones, tono íntimo e imágenes recias, se impone una corriente de proximidad: “Lo humano, lo fraternal, lo solidario —dice Langagne—, está presente en todo el conjunto”, y lo rubrica con esta línea del poeta: “El mar se mide por olas, / el cielo por alas, / nosotros por lágrimas”. La muerte es otro de los ejes de la poesía del autor de Tarumba, según su prologuista: “Un tema universal que, se ha insistido, está presente de una manera singular en los escritores mexicanos. En la poesía náhuatl, por ejemplo, uno no muere, uno ‘está muriendo’ ”. “Muchos tópicos de la muerte en Sabines los encontramos en los poetas del mundo prehispánico. Aunque ya fueron intervenidos o manoseados por los compiladores españoles de la época colonial, creo que conservan esas connotaciones”.
“Sabines dice lo que todos hemos querido decir —agrega—; ese es el sentir de la gente que lo lee, que es mucha y diversa. Y no sólo lectores habituales de poesía. Si en México alguien tiene un solo libro de poesía, seguro es Recuento de poemas. Él crea un público lector; se instala en el nuevo estremecimiento sin dubitaciones”. No hay dudas de la popularidad de la obra del autor de Tarumba y otros poemas, expresada tanto en las numerosas reediciones de sus antologías —su compilación de 1997, Recogiendo poemas, tuvo un tiraje de medio millón de ejemplares— como en la masiva audiencia que lo acompañaba en sus recitales. Desamparo, eros, escepticismo y celebración tensan los hilos de la obra de Sabines, “uno de los poetas fundamentales de toda la historiografía de la poesía mexicana” según Langagne, quien suma a su opinión una frase del poeta José Emilio Pacheco: “Sabines se equivoca como todos, pero acierta como pocos”.
Jorge Boccanera
Télam (2015)

Obras publicadas
Tarumba y otros poemas. Patria Grande: Buenos Aires, 2015.

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